Desde 1993 no volvía la Copa del Rey a manos del Real Madrid. El campeones, campeones volvió a sonar en el Palau Sant Jordi tantos años después. Y, además, con una paliza sideral, enorme, deshaciendo al Barça en todos los aspectos del juego. El marcador, 74-91, muestra a la perfección la superioridad blanca del primer cuarto al último. Sergio Llull y Pablo Laso ponen al madridismo a sus pies después de su exibición en la cancha y desde el banquillo.
El primero ha vuelto a demostrar su calidad, frialdad, técnica y superioridad. Clave en los últimos momentos del segundo y tercer cuarto con dos triples de NBA. Su merecido MVP con 23 puntos le coloca donde merece. Las imágenes con la Copa en la mano y todas las cámaras enfocándole es el triunfo de la sensatez de su entrenador, y de la humildad y el trabajo que siempre desarrolla el base. Mientras, Pablo Laso se ha ganado una buena dosis de confianza, de tranquilidad, de camino por seguir trabajando en una idea que ya tiene su primer premio. No todos confiaban en él. Esto es una muestra más de que es el trabajo y los resultados lo que valen.
El Madrid ganó la final desde el primer minuto. No estuvo por detrás nunca en el partido. Laso planteó la final a que su ataque superara a la mejor defensa blaugrana. La presión en defensa y la claridad en ataque la llevaron los blancos hasta las últimas consecuencias. Porque, cuando el Barça se acercó a 1 en el tercer cuarto, salíó el gran ataque blanco personificado en la figura del otro puntal blanco, Carrol (14 puntos en el último cuarto). Hay que destacar a Suarez en los dos primeros cuartos, acertadísimo de cara al aro y muy intenso en la pintura.
La actuación de Navarro representa mucho el partido de los anfitriones. Más revolucionario que acertado, más individual que en conjunto. El Barça atacado se sintió tan aturdo que acabó derrumbado. Sólo dos veces había ganado Laso a Pascual. La tercera la recordará siempre. Fue la 23ª Copa del Rey del Real Madrid. Rey de Copas.